Antes de que Bartolomé de las Casas se decidiera a ir a la costa oriental de Venezuela, la llamada Costa de las Perlas en Cumaná, frente a la isla Margarita, hubo al menos dos intentos previos de evangelización. El primer intento tuvo lugar en 1512 cuando los hermanos Francisco y Antonio de Córdoba así como Juan Garcés parten de La Española y desembarcan en Cumaná. Al principio los dos frailes hermanos consiguieron cierto éxito con los indios de la zona. Los religiosos confiaron en su suerte y en la buena voluntad de los naturales.
Uno de los barcos que estaba radicado en Santo Domingo (La Española) que llevaba cometiendo robos y piraterías desde 1500 en adelante, se acercó a la costa. Los frailes creyeron que eran marineros que querían comerciar con los indios y les hicieron una recepción. Los marineros invitaron a los indios a una fiesta a bordo. Los frailes, al poco, bajaron a tierra mientras los indios siguieron en el barco. Poco después el barco zarpó hacia Santo Domingo llevándose como esclavos a 17 indios, al cacique y a su esposa.
Los indios que quedaron en tierra confiaron en los frailes y les dieron un plazo de cuatro lunas para que trajeran de vuelta a los capturados en el barco pero los frailes no lo lograron. Terminado el plazo, y al comprobar que no regresaban los capturados, mataron a los dos frailes y a Juan Garcés.
Tras estos sucesos lamentables que se explican por la codicia de algunos piratas de Santo Domingo, pasaron cuatro años sin que se acercaran misioneros a Cumaná.
El segundo intento de evangelización fue en 1516. Tres dominicos tuvieron el valor de pasar de la isla de Cubagua a tierra firme. Durante dos años y medio, los indios aceptaron con agrado la predicación del Evangelio. En ese periodo los españoles que se fueron estableciendo en Cumaná comerciaron con cierta tranquilidad con ellos, pero en el verano de 1519 los indios se arrojaron contra los religiosos que se habían establecido en Chiribichí, cerca de Maracapaná y también en Cumaná. Estos frailes fundaron dos conventos, uno en Cumana y otro en Chiribichí. Los nativos pegaron fuego al convento de Cumaná pero los religiosos, que habían llegado tiempo antes motivados por la fama del éxito de los tres primeros dominicos, pudieron huir a tiempo en canoas hacia la isla de Cubagua. Los indios de etnia arawaka degollaron a todos los españoles (comerciantes, carpinteros, etc.) que se habían establecido en ese tiempo en la costa de Las Perlas.
Antes de que acabara el año 1519 la Audiencia de Santo Domingo tuvo conocimiento de los sucesos de Cumaná por lo que decide enviar una primera expedición militar al mando de Don Gonzalo de Ocampo quien castigó a los responsables y gracias a su capacidad disuasoria, buenas artes y paciencia, logró acuerdos con los indios de la zona. Estableció un campamento militar en Cubagua y desde allí hacía frecuentes incursiones a la costa de Las Perlas. Tomando por sorpresa a grupos de indios consiguió cierta estabilidad y pacificación. Gonzalo de Ocampo mandó edificar una ciudad en Cumaná a la que bautizó con el nombre de Toledo. Pero hasta hoy en día ese nombre no tuvo éxito y todos le siguen llamando Cumaná.
En el mismo año de 1519 aparece Bartolomé de las Casas llegado de España con las Provisiones de Gobernador de Cumaná que el entonces rey Carlos l y después V emperador de Alemania le había concedido. Bartolomé de las Casas llegó en compañía de treinta labradores que, curiosamente, vestían con hábitos algo extraños con los que se pretendía crear la sensación de que no eran españoles sino extranjeros a los ojos de los indios. Entonces surge un conflicto legal entre Bartolomé de las Casas y Gonzalo de Ocampo quien rechaza entregarle el gobierno de aquella nueva fundación.
Aparece entonces el verdadero carácter de este fraile ególatra y tiránico llamado APÓSTOL DE LA LIBERTAD DE LOS INDIOS Y DE LA ESCLAVITUD DE LOS NEGROS. Aquí, Bartolomé de las Casas, haciendo gala de su soberbia, en lugar de llegar a un acuerdo con Gonzalo de Ocampo opta por enfrentarse a él creando una situación de tensión entre los campesinos que vinieron con él y los soldados de Ocampo. Bartolomé de las Casas regresa a Santo Domingo para que la Audiencia dirimiera y juzgara esta situación. Ocampo hizo lo mismo. Marcha a Santo Domingo a presentar sus quejas con una parte importante de sus hombres. Entonces los indios de Cumaná, viendo la discordia existente fueron a los campamentos donde dormían los treinta labradores asesinando a más de veinte. Los otros escaparon de nuevo a la isla de Cubagua. En definitiva, que el intento de Bartolomé de las Casas de establecer un nuevo modelo de encomiendas fue un rotundo fracaso.
Bartolomé de las Casas, antes de ir a Cumaná, había sido advertido por encomenderos de Santo Domingo de que ese lugar no era nada seguro porque los indios de esa zona eran muy agresivos. Hizo caso omiso porque su soberbia pudo más que su prudencia.
APUNTES PARA SU BIOGRAFÍA
Para algunos biógrafos Bartolomé de las Casas nació en 1484 en Sevilla pero su biógrafo personal, Antonio de Remesal, afirma que nació en 1474. En 1490 fue a estudiar a Salamanca. Un tío suyo era sacerdote en el convento de San Esteban donde pudo conocer a Cristóbal Colón que estudiaba en esa ciudad. De todos modos, Colón pasó largas temporadas en Sevilla donde conoció a la familia de Bartolomé. Un tío de Bartolomé, Juan de la Peña, participó en el primer viaje que salió del puerto de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492. En marzo de 1493, de vuelta de su primer viaje, Colón trae loros, papagayos y guacamayos además de siete indios que exhibió en las inmediaciones de la iglesia de San Nicolás de Sevilla, algo que quizás pudo haber contemplado Bartolomé de las Casas. El 15 de abril de 1502 Bartolomé llega a La Española para hacerse cargo de la encomienda de su padre, Pedro de las Casas, uno de los primeros encomenderos de la isla. En 1511 participa en la conquista de Cuba como soldado a las órdenes de Diego de Velázquez. Los frailes dominicos de La Española habían escrito una carta donde daban cuenta de que Colón y sus hermanos Bartolomé y Diego habían llevado seiscientos esclavos indios desde La Española a Sevilla. Esto enfureció a la reina Isabel la Católica quien ordenó que un barco tripulado fuera a La Española y detuviera a Colón y sus hermanos. Estos fueron llevados ante su presencia. En consecuencia, la reina encarga a Francisco de Bobadilla, nombrado como juez pesquisidor, que investigue y arreste a Colón por ignorar y vulnerar las normas de la reina respecto al trato debido a los indios. Este, Francisco de Bobadilla, llegó a La Española en 1498.
La reina Isabel ordenó que fueran devueltos a su tierra los seiscientos indios pero tuvo que costear con su propio dinero la recompra de esos indios y su devolución.
Algunos barcos de la expedición del cuarto viaje de Colón que habían partido de Sanlúcar de Barrameda el 13 de febrero de 1502 al llegar a Santo Domingo se dispusieron a volver a España llevando entre otras personas a Francisco de Bobadilla. Salieron de allí en abril de 1502. Bobadilla fue gobernador interino de La Española desde 1498 a 1502. En ese último año fue sustituido por Nicolás de Ovando.
Descubrimiento de Jamaica. Fue en el segundo viaje de Colón que partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493 cuando descubrió la isla de Jamaica. Se estima que fue el primero de enero de 1494. Aunque se cree que la ocupación efectiva de la isla se hizo en 1498 fundándose la primera población al norte de la isla: Santa Gloria, que hoy se llama Saint-Anne Bay.
En la expedición a la zona oriental de La Española en la provincia de Higüey se produjo una revuelta donde Bartolomé de las Casas luchó como soldado a las órdenes de Diego Velázquez de Cuéllar. Como agradecimiento, este le concedió una encomienda en la villa de la Concepción de la Vega, en La Española.
Bartolomé viaja a Sevilla en 1506 y luego a Roma en 1507 para ser ordenado sacerdote. Regresa a La Española en 1508. Es entonces cuando empieza a trabajar como doctrinero o evangelizador y a la vez como encomendero. Después del Sermón de Adviento, donde puso a caldo a los encomenderos produciendo gran escándalo, Bartolomé fue a confesarse en diciembre de 1511 y un fraile dominico le negó la absolución porque seguía siendo encomendero y no respetaba el descanso dominical de los indios.
En septiembre de 1509 Diego Colón, el hijo de Cristóforo Colombo, releva a Nicolás de Ovando como gobernador de La Española. Dos años después, 1511, Diego Colón se decide a conquistar Cuba. Pone al frente de la expedición de trescientos hombres a Diego Velázquez de Cuéllar. Salen del puerto de Salvatierra de Sabana y llegan al puerto de Palma en Maisí, en la provincia de Oriente, Cuba. Diego Velázquez solicita en 1512 la presencia de Bartolomé de las Casas como capellán. Este se traslada a Cuba junto con el capitán Pánfilo de Narváez y llegan a Bayamo. Narváez y Bartolomé junto con veinticinco hombres son atacados por los indios taínos. Los españoles resistieron y los indios se refugiaron en Camagüey solicitando que se les perdonara la vida.
Bartolomé recibe en 1514 otro repartimiento o encomienda en Canarreo junto al río Arimao, cerca de Cienfuegos. Bartolomé se centró en los negocios y adquirió fama de hombre codicioso. Decide ampliar sus riquezas y junto con su socio Pedro de Rentería, mandó extraer oro del río Arimao. Pedro de Rentería se traslada a Jamaica y empieza un tráfico de mercancías, sobre todo víveres, trayéndolos a Cuba y vendiéndolos a precios muy altos. Jamaica fue España desde 1494 hasta 1657 cuando es robada por los ingleses.
En aquel periodo de encomendero en Cuba, en Canarreo, empezó a tratar a los indios con cierta suavidad enseñándoles la doctrina católica. Sin embargo este fraile hipócrita explotaba a sus indios de la encomienda haciéndoles trabajar en la extracción de oro y en los trabajos agrícolas. Esa actitud hipócrita hacía que condenara a los encomenderos acusándoles de maltratar a los indios mientras él explotaba a los suyos. Eso creó mala fama entre los encomenderos pues se le acusó de falto de caridad cristiana.
En 1515 renuncia a sus bienes e ingresa en la orden dominica. El año anterior renuncia a la primera encomienda que heredó de su padre ante el gobernador de La Española Diego Velázquez de Cuéllar en la ciudad de Sancti-Spítitus. Mientras tanto conservaba la encomienda de Canarreo. Se piensa que además de la de Canarreo poseía una encomienda en Cuba con esclavos africanos pero no he logrado contrastar esta información.
En 1516 con su labia y su majadera insistencia, consigue que el rey Fernando el Católico le nombre PROTECTOR DE INDIOS con un sueldo de trescientos mil maravedíes anuales. Hay distintas opiniones al respecto de ese sueldo. En diciembre de 1542 publica su relato de la Brevísima relación de la destrucción de las Indias obra, que por cierto, se imprimió en Sevilla sin el Permiso Real. La presenta al príncipe Felipe II. En 1552 publica su primera edición.
Observo en este personaje de Bartolomé de las Casas una irrefrenable ambición por alcanzar un puesto de poder importante. Abusó de la amistad de Fray Antonio de Montesinos y consiguió trepar en los pasillos de la Corte como delator de los abusos de los encomenderos. Su objetivo estaba claro: en teoría, debido a su papel de misionero, estaba obligado a convivir con los indios tratándolos a diario, a aprender su lengua y de paso redactar una gramática del español y taíno o bien del español maya quiché, cosa que no hizo. También estaba obligado a hacer los oficios propios de un sacerdote: confesar, oficiar la misa, casar, bautizar… pero a este fraile tan falso, envidioso y engreído le parecían tareas de poca monta para su dignidad. En La Española, el obispo de Burgos, Juan Rodríguez de Fonseca y el secretario Lope de Conchillos, tenían muchas encomiendas y por lo tanto enormes latifundios lo que despertaba la envidia de Bartolomé. Tanto anduvo influyendo en la Corte que consiguió mediante informes acusatorios que el obispo Fonseca y el secretario Conchillos fueran sustituidos. De paso logra que la Corona le nombre PROTECTOR UNIVERSAL DE LOS INDIOS.
LA VISIÓN DE LEWIS HANKE
En su obra La Lucha por la Justicia en la Conquista de América, Hanke analiza que en la Conquista surgieron dos interpretaciones conflictivas sobre la justicia. Primera: una visión de la Conquista basada en la esclavitud de los indios como medio para desarrollar los recursos del Nuevo Mundo en beneficio de la Corona. Segunda: basada en la prioridad que se había de dar a la persona del indio, prevaleciendo el trato justo de cara a conseguir algo que Bartolomé de las Casas consideraba fundamental, su conversión a la fe católica y conservar su supervivencia. Todo lo cual él creía y defendía que era responsabilidad directa del rey.
La postura de Bartolomé de las Casas se fue radicalizando y entró en conflicto con los intereses de la jurisdicción civil. Aunque en sus requerimientos tuvo el apoyo del obispo de Guatemala, Francisco Marroquín y del de Nicaragua, Antonio de Valdivieso, una y otra vez interponía recursos ante la audiencia. Como veía que no tenía el éxito que esperaba por considerar que la autoridad civil no iba a respaldar su propuesta para que él fuese considerado como Autoridad Eclesiástica con competencia en el trato y cuidado de lo que él llamaba Personas Miserables ( supongo que ese apelativo de miserable refiriéndose a los indios podría asimilarse a personas que vivían en condiciones muy precarias, menesterosos en situación de gran necesidad y de especial protección) decide amenazar con la excomunión a los oficiales de la Audiencia. Esto demuestra su notable soberbia pues la excomunión suponía una condena social terrible. La reacción del presidente de la Audiencia (Maldonado) y de sus oficiales, fue amenazar al obispo de Chiapas (Bartolomé) con dar noticias al rey de su desacato a la Jurisdicción Civil y de su comportamiento que constituía un intento de usurpación de funciones.
Lewis Hanke, como casi todos los hispanistas extranjeros está “marcado” por su bagaje cultural protestante. Y en efectos, siente respeto por la figura de Bartolomé de las Casas, pero al igual que otros historiadores no se para a pensar en el contexto en el que este fraile se mueve, ni siquiera a considerar aquellos aspectos de su personalidad que le hacían caer en defectos cristianos como exagerar supuestos datos sobre matanzas de indios por los que siente un agudísimo sentido de protección paternalista. Es habitual que muchos hispanistas extranjeros e hispanos no suelan comentar que sus relatos carecen de rigor y de honestidad pues sus acusaciones no nos indican:
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Fechas en las que se cometieron esos abusos.
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Nombres de los encomenderos acusados.
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Días y horas en los que se cometieron tales delitos.
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Nombres de los indios afectados.
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Ubicación y nombre de la encomienda.
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Miente cuando afirma que fue testigo de todos esos crímenes. Usa con frecuencia la expresión de “Yo vide a los españoles cortar manos, narices y orejas…”.
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Inventa y falsea los actos delictivos.
OBSERVACIONES Y ANÁLISIS DE STANLAY GEORGES PAYNE
Mister Payne hace unas aclaraciones muy sustanciales sobre la legitimidad de la Conquista. Afirma: Las Posesiones españolas en América, enormes, complejas y lejanas no constituían de hecho una propiedad real de la Corona. La intervención papal, a través de la bulas, reconocía el dominio legítimo pero no la posesión ni la explotación ni la dominación de sus habitantes. Considero que esta afirmación de Payne es la clave para entender el espíritu de la Conquista. Y de ahí se deriva que la consideración de súbditos en igualdad de derechos y deberes estuvo marcada por este principio básico que estableció el papado. Ese principio ya establecía de antemano cuál había de ser la política de trato respetuoso y de consideración hacia los naturales de aquellas tierras, lo que se tradujo en las disposiciones legales que fueron produciéndose a lo largo de los 320 años del Imperio o 400 años si se considera la etapa final que terminó en 1898 con la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Las islas Marianas, la Isla de Guam, Las Carolinas, Las Marshall, etc. Ese conjunto de disposiciones legales fue llamado Layes de Burgos o de Indias, un compendio o corpus legal de siete mil leyes, único en el mundo.
DE LA DIATRIBA O CONTROVERSIA DE VALLADOLID
Las tesis de Bartolomé de las Casas se enfrentaron a las de Ginés de Sepúlveda y de manera global también se deduce que se enfrentaban a una gran parte de los misioneros así como a hombres sabios conocedores del Derecho, como Melchor Cano, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, fundamentalmente. Frente a Bartolomé de las Casas que afirmaba que los sacrificios humanos formaban parte de su idiosincrasia religiosa, Ginés de Sepúlveda le rebatía que los sacrificios humanos eran una ofensa a Dios y debían ser combatidos pues eran contrarios al mensaje de Cristo quien defendía el Derecho a la Vida como principio moral inexcusable. Reconocía Ginés, que había que tomar medidas para preservar la vida y la hacienda de los indios así como que era preferible tratar de llevarlos a la fe cristiana con amor. Del mismo modo consideraba que las encomiendas eran necesarias pues suponían un modo de administración con el cual debían permanecer los naturales en sus aldeas y veía la obligación de los encomenderos de velar por la salud física y moral de sus indios con la colaboración estrecha de los misioneros. Bartolomé pensaba que era mejor que los indios gozaran de total libertad y que no se les exigiera el trabajo duro de las minas y de la agricultura para los que no estaban habituados. Ginés, sin embargo, creía que era necesario mantener aquellas tierras y sus pobladores bajo el control de la Corona para establecer allí las Instituciones Españolas pues España tenía derechos sobre aquellos reinos al considerar un mandato divino llevarles a la fe de Cristo.
A pesar de todas las discusiones y posturas opuestas, la Controversia que comenzó el 15 de agosto de 1550 y acabó el 4 de mayo de 1551 consiguió establecer algunos puntos en común:
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Ambos, Bartolomé y Ginés repudian la guerra como método inadecuado para la administración y formación de los indios pues era una fuente de perdición y de extremo dolor.
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Coinciden en la consideración de Guerra Justa, siempre que la declare el soberano legítimo y se den las circunstancias apropiadas.
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Una vez iniciada la guerra se debe proteger a los inocentes y guardar moderación a través de estrictas limitaciones.
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Se declaran ambos contrarios a la Guerra Toral, la Intolerante, es decir, la que no respeta a los inocentes. La consideran ambos un Mal Gravísimo.
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Coinciden ambos en reconocer los abusos de los encomenderos que a veces cometían actos de crueldad. Así mismo, condenaban la codicia de los conquistadores.
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Ginés condenaba con vehemencia los sacrificios humanos y el canibalismo por ser costumbres horrendas y anticristianas. Bartolomé los disculpaba alegando que no tenían “Conciencia del Pecado”, es decir, conciencia de cometer crímenes.
Aunque la historiografía oficial no reconoce un triunfo total de una u otra de las posturas, es bien notorio que fue De las Casas el que más éxito obtuvo. Ya en 1551 había editado la Brevísima relación de la destrucción de las Indias mientras que la obra de Ginés de Sepúlveda no tuvo ningún éxito, incluso llegaron a retirarla de la circulación.
La obra de De las Casas tiene tanto éxito porque fue traducida a diferentes idiomas europeos, algo que contribuyó enormemente a la creación de la Leyenda Negra. Esto precisamente ha marcado de forma ostensible nuestra historia desde el siglo XVI hasta ahora, hasta el punto de que arrastramos en nuestra conciencia colectiva una especie de culpabilidad mutiladora que nos ha dañado terriblemente fomentando una imagen de nosotros mismos como responsables subsidiarios de genocidios crueles y sanguinarios y de ladrones y codiciosos.
CONCLUSIONES
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Bartolomé de las Casas actúa en todo momento con verdadera hipocresía, combina su ambición de poder ejerciendo de encomendero y explotador de indios con sus aspiraciones a ser nombrado con un cargo, algo que le eleve en la categoría social.
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En su relato acusador comete dos pecados que atentan contra los diez mandamientos: uno, no mentirás y el otro, no levantarás falso testimonio. Solo por estos dos pecados ya queda deslegitimado desde el principio como sacerdote. En su obra repite mucho “Yo lo vide con mis ojos, fui testigo de grandes crueldades”.
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Es inmoral y falto de todo rigor ético el acusar a personas que ejercen el mismo oficio que él pero sin inculparse a sí mismo (encomendero).
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En su relato hace alarde de cinismo y de soberbia al exagerar los delitos de los que acusa a los otros encomenderos.
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Como misionero estaba obligado a ejercer las funciones propias de un sacerdote. Salvo los primeros años, pocos, no confesaba, no oficiaba la misa, no bautizaba ni casaba y tampoco convivía con indios para aprender sus costumbres y elaborar una gramática de la lengua taína o quiché, o de cualquier otra lengua de indios.
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Explota a sus indios encomendados haciéndoles trabajar en domingo, día obligatorio de Descanso Dominical, obviamente con algún capataz a su servicio para la extracción del oro y las labores agrícolas. Y además, con algún misionero de los que tenía a su cargo. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las comunidades indias en La Española y en Cuba eran en su mayoría cazadores, recolectores y pescadores y no estaban acostumbrados a un trabajo reglado con un horario determinado.
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En muchas ocasiones hemos oído aquella frase de “El fin justifica los medios”. Tengo la convicción de que el fin casi nunca los justifica si son contrarios a la verdad y a la razón. Menos aún cuando se acusa a personas anónimas de los mismos delitos que él ha cometido anteriormente.
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Bartolomé de las Casas es un individuo que cree que acusando de sus propios delitos a los demás puede ser considerado como una persona de nobles sentimientos merecedor del perdón y del reconocimiento social.
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Ya como colofón en su carrera de trepa promueve que se traigan esclavos negros de África para liberar a los indios del trabajo duro. ¿Consideraría Bartolomé de las Casas seres sin alma a los negros y por tanto más apropiados que los indios para ser usados como mano de obra esclava? De paso, tendría la justificación para liberar a los indios de sus trabajos.
A título personal, me parece que Bartolomé de las Casas se sale con la suya de forma injusta. Consigue con la atención que recibió y los cargos y responsabilidades que le concedió la Corona que se menospreciara a cientos de hombres y monjes justos que arriesgaron sus vidas para lograr construir un reino, el Imperio Virreinal. Estos hombres valientes fueron los defensores de la permanencia de las encomiendas como organismos civilizatorios adaptándolos a las necesidades y objetivos que se precisaban para que las etnias indias conocieran las nuevas costumbres, hábitos y oficios necesarios para hacerlos pasar desde el Neolítico a la Edad Moderna.
Defender a Bartolomé de las Casas equivale a despreciar y ocultar la labor de los misioneros que con gran empatía, enorme paciencia, constancia y esfuerzo consiguieron que los pueblos indios fueran capaces de aprender oficios como imagineros, pintores, ceramistas, joyeros, carpinteros, albañiles, herreros, etc. Es más, los misioneros hicieron comprender a estos pueblos que estaban esclavizados y viviendo de manera permanente en el terror y la ansiedad a la espera de ser capturados y comidos, y que les hacía más libres y más protegidos asimilar la nueva religión y cosmovisión que les traía la Fe Católica.
Son los misioneros los grandes héroes de aquella obra gigantesca que fue la construcción de la Civilización Hispánica. Es admirable que lograran que los indios pasaran de ser pueblos agresivos acuciados por el miedo a perder la libertad y la vida a ser considerados como seres con alma, libres de sus terrores y reconociendo nuevos conceptos como el sentido de la belleza, de la justicia, de la razón y de la libertad.
La novela Brevísima relación de la destrucción de las Indias es ante todo una obra de terror. No hay una sola página en la que no se regodee en los aspectos más sádicos de los actos dolosos, de crímenes descritos detalladamente, con un cierto regusto gore. Paréceme que la continuada descripción de toda la variedad de delitos de sangre responde a su carácter sádico, como si obedeciera a una persona atormentada y obcecada en condenar a aquellos conquistadores y encomenderos sin acusarse, eso sí, a sí mismo.
Es un tratado de novela negra. La obra de este mentiroso farsante que alcanzó el carácter de Best seller ( más vendido) inspiró al dibujante holandés De Vrie con escenas en las que aparecen los españoles, incluyendo al Duque de Alba, en Flandes, Frisia y Holanda comiéndose a niños. Aparecen también imágenes de personas de diferentes edades quemándose en hogueras y madres con sus hijos ensartados con espadas. Curiosamente, ninguno de los personajes de sus dibujos posee rasgos indios. Más bien aspecto de europeos, holandeses, alemanes, belgas o franceses.
Recordemos que en la Cruzada de La Vendée, paralela cronológicamente a la Revolución Francesa, genocidas de filiación jacobina dominados por la masonería, cometieron infinidad de crímenes contra los católicos, campesinos que se negaban a asumir la política de expropiación de tierras común en diferentes épocas de predominio de liberalismo económico. Expropiación para apoderarse de sus tierras y después venderlas en subasta pública a ricos comerciantes no católicos. Esto significaba condenar a los campesinos de La Vendée a la miseria, la pobreza y el hambre. En Francia todavía se ocultan estos hechos y quedan otras regiones por investigar donde se repitió el mismo proceso destructivo, como Lyon, la Bretaña o la Normandía. El genocidio de La Vendée tenía por objetivo no solo la eliminación del campesinado católico sino también la destrucción del catolicismo en la República Francesa.
Algo similar, pero sin genocidio, ocurrió también en España, cuando el liberalismo puso de moda este método de empobrecimiento con la política que surge de la Desamortización de Mendizábal y de Madoc. Las consecuencias fueron las mismas que en Francia: pobreza, miseria y hambre y se tradujo también en el aumento de la delincuencia y del bandolerismo. Se repite además en la Españas Americanas cuando surgen las guerras de Secesión, al fin y al cabo, guerras civiles, aunque en Hispanoamérica se empeñen en llamarlas Guerras de Independencia.
En Hispanoamérica, las comunidades indias sufrieron en carne propia la codicia y crueldad de los jefes masones traidores a la patria común española. Los Pastusos entre otros, cuyos jefes como Agustín Agualongo o Huachaca destacan por ser patriotas y defender la fe católica, al rey de España y la unidad del Imperio Español. Ellos estuvieron protegidos por la Corona que les concedió títulos nobiliarios y sabían que las oligarquías criollas no estaban interesadas en mantener esa situación de protección. Los líderes salidos de esas “republiquetas” como Bolívar, Sucre, Miranda, San Martín, O’Higgins fueron los verdaderos genocidas de los pueblos Indoamericanos que terminaron exterminados y vendidos como esclavos. Se apoderaron de sus tierras comunales y los condenaron a la miseria. En Hispanoamérica también se produjo una desamortización brutal y se hicieron al igual que en Europa, dueños absolutos de las propiedades de la Iglesia. Algo similar a lo que ya hizo Enrique VIII de Inglaterra, que dio inicio a la persecución y muerte de católicos en Inglaterra e Irlanda.
Referencias Bibliográficas
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Viaje a la parte oriental de Tierra Firme, del agente del Gobierno francés en Venezuela. François Depons. Nota curiosa: el autor F. Depons, cuando presenta a Bartolomé de las Casas dice: “Este apóstol de la libertad de los indios y de la esclavitud de los negros, a quien la Historia ha otorgado el título de filántropo, cuando no merece sino el epíteto de indiómano, llegó de España con las Provisiones de Gobernador de Cumaná que Carlos V le había acordado y en compañía de treinta labradores llega a esa Costa de las Perlas”.
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Lewis Hanke, La lucha por la justicia en la Conquista de América.
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Textos de wikipedia, La Enciclopedia Libre.
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Stanley Georges Payne, En defensa de España. Desmontando mitos y leyendas negras.
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Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias.
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De las Tesis de Bartolomé de las Casas y de Juan Ginés de Sepúlveda, en la Diatriba o Controversia de Valladolid, de Alfonso Maestre Sánchez, en dialnet.unrioja.es
Véase también
Enlaces externos

Profesor jubilado, que siente tanta curiosidad por conocer la verdad sobre la Historia de nuestra Patria y de su Legado civilizatorio, descubriendo las verdades ocultas y las falseadas, como cuando era un adolescente apasionado.