Brasil: de la Raya de Tordesillas a las inmediaciones de los Andes, un propósito expansivo de carácter imperialista

Tratado de Tordesilhas

Desde el siglo XIV, la Corona portuguesa tuvo como objetivo principal enriquecerse ampliando su territorio por África y Asia a través de la compra o captura directa de esclavos. En diversas zonas del África Oriental y Occidental, como el Golfo de Guinea o las islas de Cabo Verde, cuando lograban acuerdos, compraban los esclavos a tribus africanas que practicaban la esclavitud. En caso contrario, los capturaban ellos mismos. Posteriormente, los trasladaban a Europa para venderlos en puertos como Sevilla, Faro, Lagos, Lisboa y otros de la costa mediterránea, incluyendo Barcelona y Valencia. Más tarde, tras el Descubrimiento de América, llevaron esclavos a diferentes partes del continente americano para comerciar con franceses, ingleses y holandeses.

Paralelamente, en las regiones del oeste de Marruecos, en zonas habitadas por moriscos como Assilah (Arcilla), Larache, Agadir, Rabat, Casablanca, Tarfaya, Cabo Bojador y otras, realizaban «cabalgadas», es decir, incursiones a caballo para capturar moriscos saharauis, entre otros. Esta expansión portuguesa se extendió hacia el Índico, apropiándose de la zona sur de Sudáfrica, incluyendo regiones como Ciudad del Cabo y otras del interior. Estas áreas fueron posteriormente tomadas por los holandeses (los bóers) y los ingleses. También se hicieron con el control de Mozambique y se expandieron por el Océano Índico, llegando a territorios de Indonesia, Malasia y las Molucas.

A partir del siglo XV, específicamente el siete de junio de 1494, los Reyes Católicos y el Rey Juan II de Portugal firmaron un acuerdo para la división del Nuevo Mundo: el Tratado de Tordesillas. Este tratado estableció una línea imaginaria situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. Esta «Raya de Tordesillas» implicaba que el territorio de Brasil ubicado al este de la línea sería propiedad de la Corona portuguesa, mientras que la zona al oeste correspondería al Imperio Virreinal español. Este límite se extendía desde la desembocadura del Amazonas hasta el puerto atlántico de la ciudad de Santos, al sur de São Paulo. En la práctica, esto significaba que la Corona portuguesa era propietaria de entre un 20 y un 23% del territorio total del actual Brasil. El resto, hacia el oeste, formaba parte del Virreinato del Perú.

Sin embargo, los portugueses, desde su presencia en esas tierras, fueron gradualmente anexando territorios pertenecientes a la parte española. Por el sur, se apropiaron de áreas del actual Uruguay y Paraguay, y hacia el suroeste, de Bolivia, extendiéndose más al norte hacia Perú, Colombia y Ecuador. Tras la desintegración del Imperio Español, las repúblicas surgidas después de las guerras de independencia o guerras civiles fueron cediendo miles de kilómetros cuadrados bajo la presión del Imperio portugués de Brasil.

Llegados a 1806, los ingleses comenzaron a vislumbrar oportunidades. Ante el avance de Napoleón Bonaparte en Europa y su intención de apoderarse de los reinos de España y Portugal, propusieron a la monarquía portuguesa trasladar la corte a Brasil. El rey aceptó la propuesta y partió con una parte considerable de la nobleza, los recursos del tesoro portugués, archivos, cientos de muebles y objetos de valor, así como personal de servicio y gran parte de los funcionarios de la Corona portuguesa. Esta iniciativa inglesa, además de evitar la captura de los monarcas portugueses por los franceses, tenía como objetivo ampliar su esfera de influencia y apoderarse de manera sutil de parte del territorio de la Corona española. Así, presionaron a través de sus representantes y de empresarios ingleses y portugueses para que el Emperador de Brasil y rey de Portugal ejerciera presión diplomática sobre los países hispanos vecinos para que entregaran parte de sus territorios.

Paralelamente, desde el siglo XVIII, los ingleses habían estado fomentando la discordia en las oligarquías criollas hispanas para crear un ambiente favorable a la secesión o separación de la Corona española. De esta manera, promovieron la destrucción de la unidad imperial hispánica y aumentaron su influencia en el Virreinato del Perú, el Virreinato de Nueva Granada y el del Río de la Plata. Los ingleses impulsaron el Plan Maitland, una estrategia de humillación hacia España, presionando a los Borbones para que modificaran la política económica española, una política proteccionista que impedía la libertad de comercio. De este modo, también fomentaron la venta de esclavos en territorios del Imperio Virreinal español, lo que generó múltiples beneficios para las coronas portuguesa e inglesa. Además, a través de las logias masónicas, los ingleses fueron penetrando en las oligarquías criollas, «seducíéndolas» con ideas proseparatistas o proindependentistas, convirtiendo al Imperio español en un conjunto de pequeñas repúblicas debilitadas y enfrentadas entre sí.

Es importante recordar que desde 1580 hasta 1640, los dos imperios, portugués y español, se unieron bajo un solo soberano: el rey Felipe II. La corona portuguesa había quedado vacante debido a la falta de descendencia de sus reyes. Dado que Felipe II era hijo de la reina Isabel de Portugal (esposa de Carlos V), heredó los derechos dinásticos del reino de Portugal.

Tras esta etapa de unión, un sector de la nobleza portuguesa abogó por establecer una alianza con Inglaterra, en contraposición a otro sector que consideraba más apropiado permanecer unidos a la Corona española. Finalmente, triunfó el sector pro británico, y desde entonces los intereses ingleses han primado sobre los propios de Portugal. Se puede afirmar que desde esa época, a partir de 1640, Portugal ha estado consistentemente al servicio de la Corona británica, mostrando una lealtad que se mantiene hasta nuestros días.

Véase también

Referencias

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