La Embajada Keichō no fue la primera embajada de Japón a España, como tampoco se trató de una embajada oficial del gobierno de Japón o de la Casa Imperial. Fue enviada por un clan regional, lo que podría ser el equivalente a los Ducados de Medina Sidonia o de Mendoza en España.
Sin embargo, en la historia oficial japonesa, se considera como la primera misión diplomática a España, y por ello, en 2014 se celebró el 400º aniversario de las relaciones diplomáticas entre ambos países, tomando como referencia el año 1614.
En este artículo, analizaré este evento y exploraré los antecedentes históricos desde la llegada del misionero Francisco Javier a Japón en 1549, hasta la ruptura de relaciones con España a principios del siglo XVII.
Orígenes de la evangelización en Japón
El primer europeo en llegar a Japón fue el jesuita español Francisco Javier, en 1549. Apoyado por el Rey portugués Juan III y con el beneplácito de su primo Carlos I, Rey de España y Emperador del Sacro Imperio Romano, Francisco Javier viajó desde Goa, el centro portugués en la India, hasta Japón.
La evangelización se centró en el sur del país, en la isla de Kyūshū encabezada por la provincia de Nagasaki junto con otras 6 provincias, y la región de San’in, donde en las provincias de Yamaguchi, Shimane, Hiroshima, y Tottori, importantes clanes se convirtieron al cristianismo, llegando la población de fieles cristianos a cerca de 800,000 personas hacia finales del siglo XVI.
Período de los Estados en guerra
En ese contexto, Japón atravesaba el turbulento período Sengoku (lit. ‘período de los Estados en guerra’) que se extendió durante unos 150 años, desde 1467 hasta 1615, y que estuvo marcado por guerras entre clanes, mientras que la autoridad de Shogun Asikaga se desmoronaba, ya que no tenía capacidad para poner orden en el país, aunque la casa imperial permaneciera en Kioto, y actuara como arbitro de la jefatura del Estado.
En este tiempo, un clan menor liderado por Nobunaga Oda logró controlar y someter a grandes clanes en 1568, convirtiéndose en el virtual gobernante de Japón. Nobunaga desplazó al Shogun Ashikaga con el permiso del Emperador, quien lo reconoció como gobernante legítimo. Aunque nunca fue nombrado Shogun, su influencia y poder militar fueron indiscutibles, desempeñando el papel de líder en el período Sengoku. La situación de conflictos entre clanes regionales no se resolvió por completo hasta 1615.
Los tres personajes más relevantes de esta época fueron Nobunaga Oda, Hideyoshi Toyotomi e Ieyasu Tokugawa. Nobunaga logró controlar a los clanes regionales; su vasallo, Hideyoshi Toyotomi, continuó su labor, y finalmente, Ieyasu Tokugawa consolidó el poder al ser nombrado Shogun, iniciando el período Edo, que duraría 265 años hasta 1868.
Nobunaga Oda emergió como una figura clave ganando gran influencia al derrotar espectacularmente a clanes rivales mucho más poderosos con la ayuda de armas de fuego introducidas por portugueses y españoles, que superaron a las espadas, lanzas y flechas de sus enemigos.
Nobunaga, hombre de mente abierta, simpatizó con los representantes de la civilización occidental, y se interesó por su cultura en general, llegando a degustar “vino tinto”, probando diversos productos que traían los misioneros, y sobre todo utilizando sus armas de fuego, como los arcabuces que le proporcionaron los portugueses.
Nobunaga se declaró enemigo de los budistas que controlaban todos los aspectos de la sociedad japonesa, tanto en la vida cotidiana como en la política. Concedió permisos a los misioneros españoles y portugueses para evangelizar los súbditos japoneses, enfrentándose de esa manera a la clase budista dominantes, aunque el mismo no se convirtiera al cristianismo.
La Misión Tenshō
Para poder avanzar la evangelización del Japón, el enviado especial de Roma, el jesuita Alessandro Valignano decide enviar una misión de japoneses a Europa para que vean la realidad próspera de la sociedad cristiana de Europa y se la cuenten a sus paisanos a la vuelta, pensando que así podrían animar a los japoneses a convertirse al cristianismo, y propone a Nobunaga el proyecto.
En 1582, los clanes cristianos del sur de Japón, con el apoyo de Nobunaga, enviaron la Misión Tenshō a Europa, liderada por jóvenes representantes de familias influyentes. Los miembros de la misión llegaron a Lisboa y fueron recibidos por el Virrey, el príncipe Alberto, sobrino de Felipe II.
A continuación, llegaron a Madrid y fueron recibidos en audiencia por el rey Felipe II en el recién inaugurado Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Aunque no fue una misión diplomática enviada por el gobierno de Japón, Felipe II, el hombre más poderoso de la Tierra, trató a los miembros de la misión como si se tratase de una visita de Estado. Por ello, se considera que la primera relación diplomática entre Japón y España se estableció en 1584.
Finalmente, la misión no pudo cumplir su objetivo, ya que Nobunaga había sido asesinado por su propio vasallo poco después de la partida de la misión a Europa. y cuando regresaron, el gobernante no era Nobunaga, sino Toyotomi Hideyoshi, quien, aunque fue un fiel vasallo de Nobunaga, cambió la política con respecto a los cristianos en Japón.
Ocurrió un incidente grave con el naufragio del buque San Felipe en 1596 en la isla de Shikoku, donde el daimyō local se apoderó de la carga del buque. El capitán presentó protestas al gobernante Toyotomi. La información recibida sobre este incidente fue crucial para tomar decisiones drásticas, ya que los tripulantes amenazaban con una invasión de Japón, basándose en el poderío del Imperio español, que dominaba medio mundo, incluyendo las vecinas Filipinas.
Los gobernantes japoneses llegaron a la conclusión de que el modus operandi consistía en enviar primero misioneros para evangelizar a la población y después enviar tropas para completar la invasión. Toyotomi Hideyoshi también recibió informes sobre las actuaciones de los jesuitas en Nagasaki, donde la ciudad se estaba convirtiendo en territorio cristiano, lo que le llevó a tomar la decisión de acabar con los cristianos, prohibiendo la religión, expulsando a los fieles y crucificando a 26 cristianos en Nagasaki, conocidos hoy como los 26 mártires de Japón.
En 1598, falleció Toyotomi Hideyoshi y su hijo Hideyori le sucedió en el trono. Sin embargo, no tenía la capacidad para gobernar sin la ayuda y el apoyo de los clanes poderosos. Durante esa época, el poderoso clan del este del país, liderado por Ieyasu Tokugawa, comenzó a planear la guerra contra los clanes que apoyaban al hijo de Hideyoshi.
William Adams y la Leyenda Negra
En 1600, naufragó el barco holandés Liefde, que había sido pilotado por William Adams, de nacionalidad inglesa. Las autoridades de la zona donde encalló el barco fueron informadas por sacerdotes españoles de que el barco no venía de España, sino que era pirata, y que, por lo tanto, debían apresar a los tripulantes y ejecutarlos. Al oír la noticia, Ieyasu Tokugawa se interesó y convocó a los tripulantes para interrogarlos, ya que hasta entonces los únicos occidentales conocidos eran españoles y portugueses, y desconocían las intenciones de otras naciones. Durante el interrogatorio se confirmó que el barco era de Holanda y que su piloto era inglés, ambos enemigos de España y considerados rebeldes y piratas. Ieyasu Tokugawa tenía interés en recuperar las relaciones con España, que se habían deteriorado durante el gobierno anterior de Toyotomi debido a las persecuciones de los cristianos. No obstante, se interesó por el piloto inglés y le preservó la vida para que le sirviera de consejero en las relaciones con España.
En otoño del mismo año de la llegada del barco holandés, en 1600, tuvo lugar la Batalla de Sekigahara entre las fuerzas del oeste, compuestas por los sucesores de Toyotomi, y las del este, lideradas por Ieyasu Tokugawa. La batalla duró poco tiempo y concluyó con el triunfo decisivo de Tokugawa, quien utilizó cañones incautados del barco holandés. Ieyasu estableció el shogunato Tokugawa, instalando su capital en Edo (Tokio) en 1603.
El piloto inglés William Adams fue nombrado hatamoto, con residencia en Hemi, y comenzó a tratar con los barcos españoles que llegaban de Manila al puerto de Uraga, el nuevo puerto a 80 km de Edo, que sustituía a Hirado (Nagasaki), a 1000 kilómetros de la capital. Le dieron el nombre japonés de Anjin (que significa «piloto seguro») y se casó con una japonesa. Aunque Adams proponía a Ieyasu comerciar con Inglaterra en lugar de con su enemiga España, al final tuvo que obedecer a Ieyasu y atender a los españoles que llegaban a Uraga, aunque sin mucho entusiasmo. Este Anjin fue quien convenció al hijo y al nieto de Ieyasu para romper relaciones con España. La lección de Anjin fue crucial para el aislamiento de Japón, ya que su versión era que España era un peligro para Japón, presentándola como una potencia dominante del mundo, mostrando un mapamundi que mostraba su control sobre muchos países, incluyendo las cercanas Filipinas. Ieyasu reconoció la realidad palpable de que la zona sur de Japón estaba siendo cristianizada, con clanes cristianos, y que contaba ya con 800.000 fieles, que poco a poco iban expandiendo su poder por todo el territorio japonés.
En realidad, España no tenía ninguna intención ni interés en invadir Japón, pero los holandeses e ingleses querían acabar con la presencia de España en Asia y trabajaban arduamente para conseguirlo. Al final, consiguieron expulsar a los españoles de Japón, aunque la historiografía lo ha presentado como una ruptura con Occidente mediante el decreto Sakoku. Sin embargo, los occidentales eran principalmente españoles (Portugal estaba integrado dentro del Imperio español en esa época).
Esta es una muestra de la Leyenda Negra que afectó a la historia de Japón, cambiando radicalmente el destino del país. Con la decisión tomada por el shōgun Tokugawa Iemitsu con el decreto Sakoku en 1639, Japón cerró herméticamente sus puertas, prohibiendo la entrada y salida de extranjeros, y de los propios japoneses, durante dos siglos y medio, por temor a una invasión del Imperio español.
La Misión Keichō
A comienzos del shogunato de Ieyasu Tokugawa, hacia 1603, la situación política en Japón seguía inestable, ya que más de 250 daimyō (clanes regionales) que dominaban cada región, sobre todo lejos de la capital, Edo, no estaban totalmente sometidos al control del shōgun Tokugawa. Era muy complicado llegar a 1.000 km de distancia para ordenarles que prestaran su fidelidad como vasallos. Con el tiempo, se establecieron normas estrictas para controlar a todos los daimyō de forma eficiente y se promulgó la obligatoriedad de realizar una visita de cortesía a Edo cada tres años con todos los séquitos del clan, lo que significaba enormes gastos de viaje en el largo itinerario de ida y vuelta a Edo solo para saludar y dar obediencia al shōgun. De esta manera, los daimyō no podían aumentar su poder con tantos gastos que cubrir, y se evitaban así posibles rebeliones contra el shōgun.
Otro decreto promulgado fue la jerarquía de clase social. Se establecieron cuatro categorías: samurái, agricultor, artesano y comerciante. El samurái tenía poder absoluto para imponer su ley contra el resto de las clases. No obstante, la segunda clase, la de agricultores, fue la peor parada, ya que tuvo que pagar casi toda la cosecha de arroz como impuesto al daimyō de su localidad.
En 1603, Ieyasu Tokugawa intentó con empeño mejorar las relaciones con España desde que se convirtió en shōgun. Durante varios años contactó con el gobernador de Filipinas, con el embajador español Sebastián Vizcaíno, y con Rodrigo Vivero, gobernador interino que volvía a Nueva España, ademas de otras personalidades influyentes. Ieyasu quería obtener la técnica de la extracción de plata (amalgama) y de la construcción de buques de navegación oceánica que España poseía, dentro de los intercambios comerciales. Tras varios intentos enviando cartas a Nueva España y a España, no recibió contestación alguna, quizás debido a que las comunicaciones con España pasaban por Manila y Nueva España, y que, por lo tanto, sus cartas no habrían llegado a España directamente, o que España en ese momento no estaba en condiciones de tratar asuntos de un país tan lejano como Japón, ya que tenía múltiples asuntos que solucionar dentro de Europa. Mientras tanto, los holandeses seguían insistiendo en el peligro que Japón correría si continuaba relacionándose con España, ofreciendo relaciones comerciales con Holanda e Inglaterra sin imponer condiciones religiosas como contraprestación, a diferencia de lo que exigía España.
Finalmente, debido a la presión continua que también recibía por parte de los budistas, Ieyasu decidió prohibir la evangelización de los misioneros en los territorios bajo su administración directa. Los cristianos afectados huyeron a otros territorios de clanes regionales que aún permitían la predicación del cristianismo.
En este contexto, aparece la figura del franciscano Luis Sotelo, quien intentaba sustituir a los jesuitas, pues, según él, no estaban divulgando el cristianismo de manera adecuada en Japón. Sotelo era un personaje ambicioso. Se puso en contacto con el poderoso clan de Sendai, que tenía cierta relación familiar con el shōgun Tokugawa, y propuso a su líder, Date Masamune, la posibilidad de establecer relaciones comerciales con Nueva España sin la intervención de Manila. Así nació el plan de enviar una misión a Nueva España sin el permiso del shōgun. Date Masamune tenía la intención de derrocar al shōgun Tokugawa, cuyo gobierno aún se encontraba en una situación precaria. Con la ayuda del Imperio español como aliado, creía posible acabar con el shogunato y que su poderoso clan tomara el poder en Japón. Dieron cobijo a los cristianos que huían de los territorios del shōgun y comenzaron los preparativos de la misión. Sotelo fue el promotor de la misión junto con Sebastián Vizcaíno, quien iba a regresar a Nueva España.
La situación política de Japón entre 1610 y 1613, antes de la misión, hacía inviable el establecimiento de relaciones comerciales con España, ya que el shōgun había promulgado la prohibición del cristianismo en todo el territorio japonés. Este cambio en la política del gobierno de Japón conducía a la ruptura de las relaciones entre ambas naciones. Sotelo ignoró esta situación y siguió adelante con la misión, zarpando desde Tsukinoura, el puerto de Sendai, rumbo a Nueva España.
El gobierno del shōgun Tokugawa promulgó el decreto para la destrucción de iglesias y la prohibición de la divulgación del cristianismo en los territorios directamente controlados por el gobierno en 1612, y el 28 de enero de 1613 extendió ese decreto a toda la nación. Es decir, cuando la misión Keichō inició su viaje en octubre de 1613, el cristianismo ya estaba totalmente prohibido en Japón, lo que imposibilitaba cualquier tipo de relación con Nueva España, y mucho menos con España o el Vaticano.
La Misión Keichō no tenía posibilidades de obtener resultados positivos incluso antes de su partida, pero tanto Sotelo como Date Masamune hicieron caso omiso y emprendieron la aventura como si fuera una apuesta. Para la misión, se eligió a un samurái de bajo rango, vasallo fiel del clan de Sendai, Tsunenaga Hasekura, como jefe de la misión. No participó ningún personaje destacado del linaje del clan de Sendai perteneciente a la familia de Date Masamune.
Por otro lado, Luis Sotelo quería utilizar la misión para convencer al Episcopado de Roma de que le concediera el obispado de Japón. Fue muy hábil al conseguir que el rey de España, Felipe III, concediera una audiencia a los miembros de la misión. Todo fue un montaje de Sotelo para engañar a los secretarios del rey, utilizando influencias de los franciscanos a los que pertenecía, presentando al jefe de la misión como un personaje de la nobleza japonesa y afirmando que la misión era enviada por el gobierno de Japón.
En aquel entonces era difícil comprobar la veracidad de la versión de Sotelo por falta de medios, y finalmente el rey concedió la audiencia a la misión. Se supone que el valido del rey, el Duque de Lerma, se encargaba de todos los asuntos del reino, de modo que Sotelo pudo conseguir lo que quería a través de sus contactos personales y familiares relacionados con la casa real.
Las noticias negativas que llegaban de Japón al Episcopado de Roma eran ignoradas por Sotelo, quien ofrecía versiones positivas, afirmando que existían posibilidades de continuar la labor evangelizadora en Japón a través de los franciscanos, culpando a los jesuitas del fracaso anterior. Los miembros de la misión no se enteraban de nada, ya que Sotelo ocultaba la realidad y continuaba con un viaje que solo prometía fracaso.
Después de la visita a Nueva España, donde no se obtuvo el tratado comercial esperado, tuvieron que trasladarse a España, donde tampoco lograron nada, y finalmente decidieron ir a Roma. Sotelo no se rindió hasta el final, pero los miembros de la misión comenzaron a sospechar del fracaso del viaje.
En la historiografía se habla mucho de los japoneses que se quedaron en Coria del Río como algo positivo, pero en realidad fue una consecuencia del fracaso de la misión. Los séquitos que acompañaban a Hasekura ya no obedecían a su jefe, algo impensable según las costumbres y normas japonesas de entonces, un acto de traición que se pagaría con seppuku o pena de muerte. En Coria del Río se levantó una estatua de Hasekura como héroe, lo cual dista mucho de la realidad.
La misión no regresó a Japón directamente, sino que pasó por Filipinas por razones explicadas anteriormente. Hasekura regresó a Japón años más tarde, en 1620, siete años después de su partida. Llegó a su pueblo natal de forma clandestina, pero las autoridades de Sendai no lo recibieron con agradecimiento por haber arriesgado su vida y haber sufrido durante tanto tiempo en viajes por el mundo desconocido. La situación había cambiado radicalmente y lo trataron como un criminal por haberse bautizado. Los cristianos ya no podían vivir en Japón, aunque algunos permanecían en la clandestinidad, corriendo el riesgo de ser condenados a muerte. Finalmente, Hasekura fue ejecutado, según cuenta la historia, o murió a causa de alguna enfermedad.
Conclusión
Conmemorar el 400 aniversario de las relaciones entre España y Japón tomando como referencia el año 1614, correspondiente a la Misión Keichō, resulta no solo incomprensible, sino también lamentable, por varias razones expuestas a lo largo de este análisis. La Misión Keichō, lejos de representar un hito fundacional en las relaciones bilaterales, fue el resultado de una serie de circunstancias complejas y, en última instancia, un fracaso diplomático.
En primer lugar, la misión se desarrolló en un contexto de creciente tensión religiosa en Japón, con la prohibición del cristianismo promulgada por el shogunato Tokugawa. Este hecho, crucial, invalida cualquier intento de presentar la misión como un esfuerzo de acercamiento entre ambas naciones, ya que la política oficial japonesa se oponía frontalmente a los intereses religiosos que, en parte, motivaban la interacción con España. La misión, impulsada principalmente por las ambiciones personales de Luis Sotelo y los intereses políticos de Date Masamune, se llevó a cabo a pesar de la prohibición del cristianismo, lo que la condenaba al fracaso desde su inicio. Sotelo manipuló la situación, presentando una imagen distorsionada de la realidad japonesa ante la corte española y el Vaticano, buscando su propio beneficio.
En segundo lugar, la misión no logró ninguno de sus objetivos principales: ni el establecimiento de un tratado comercial con Nueva España, ni la consolidación de una alianza política. El viaje a Roma tampoco tuvo éxito en revertir la situación religiosa en Japón. Además, la actitud de los miembros de la misión durante su estancia en Europa, especialmente el comportamiento del séquito de Hasekura en Coria del Río, lejos de mostrar una imagen de unidad y disciplina, reflejó la desintegración interna y la falta de liderazgo. El regreso de Hasekura a Japón fue trágico, siendo tratado como un criminal y probablemente ejecutado o muerto poco después, lo que subraya el completo fracaso de la empresa.
Por lo tanto, celebrar un aniversario basándose en un evento marcado por la manipulación, el fracaso y la tragedia resulta contraproducente y distorsiona la verdadera historia de las relaciones hispano-japonesas.
En contraposición, existen dos fechas alternativas mucho más adecuadas para conmemorar el inicio de estas relaciones:
1549: La llegada de San Francisco Javier a Japón: Este evento marca el primer contacto significativo entre ambas culturas y el inicio de la presencia cristiana en Japón. Si bien la evangelización tuvo consecuencias complejas, no se puede negar su importancia como punto de partida del intercambio cultural entre ambos países.
1582: La Misión Tenshō: Esta misión, a diferencia de la Keichō, fue recibida con honores por Felipe II y representó un verdadero intercambio diplomático, aunque no fuera una misión oficial del gobierno japonés. Demostró el interés mutuo y el potencial de una relación fructífera.
En conclusión, para una conmemoración histórica precisa y significativa, se debería considerar 1549 o 1582 como los años fundacionales de las relaciones entre España y Japón, dejando de lado el desafortunado episodio de la Misión Keichō de 1614, que representa más un punto de inflexión negativo que un inicio positivo.
Véase también
Referencias
- La influencia del Imperio español en Japón durante los siglos XVI-XVII en Revista de Historia
Enlaces externos
- Yutaka Suzuki en la Wiki de Hispanopedia

Yutaka Suzuki es un empresario e hispanista japonés autor de los «Personajes del siglo XV. Orígenes del Imperio español», «La verdadera España y su falsa imagen en Japón», y de numerosos artículos sobre la historia de España aparecidos en revistas de historia.